Opinión: "El Hijo" por Martín Lucía

Por Martín Lucía. 

El amor, el deseo, no descansa sobre la reciprocidad. Uno ama, desea, en un único sentido. Con la ilusión de ser amado, de ser deseado. Sí. Pero sin poder reclamar obligatoriedad. Sin poder reclamar nada a cambio. Uno va al encuentro de un amor presentando por delante el pecho y aceptando recibir un plomillazo a menos de un metro de distancia. Uno va sin más presencia que la propia sangre. Y sabiendo que puede perderla. Y, esto, con todo, no importa. Porque lo que importa es el hecho en sí de amar, de saberse vivo.



Los sevillistas no somos del Sevilla. Amamos al Sevilla. Uno es de una provincia. De un distrito. De una asociación. Pero uno no es del Sevilla. Uno ama al Sevilla. Y sólo al Sevilla. Y al Sevilla Atlético, si acaso, como segundo equipo. Sentimos, vivimos un amor incondicional. Sí. Por supuesto. Pero con condiciones: el respeto a la camiseta, la honestidad, la casta, el coraje. Y, nunca, esperamos más que eso. Nunca reclamamos la victoria. Pero no deseamos ni festejamos la derrota. Como ya he dicho: amamos al Sevilla. Y siempre quisimos su triunfo. Claro que quisimos. En un derbi. En un trofeo de verano. En el partido contra el Real Madrid. Y soñamos. Claro que siempre soñamos. Con jugar la UEFA. Pero apenas la jugábamos. Pero ahí estábamos. Soñando las vidas de otros. Suspirando por clasificarnos para Europa. Queriendo ser otros sin dejar de ser nosotros mismos. Volviéndonos al palco. Gritando. Silbando. Siempre. Esa es mi más tierna imagen del Sevilla. Todo esto que cuento acontecía cuando el s. XXI ni se atisbaba.

Nunca quise al Sevilla porque ganara. Nunca, ni mucho menos, quise al Sevilla porque perdiera. Lo quise pese a que no ganaba. Pese a que perdiera. Yo soy del Sevilla de Zúñiga. De Fernando Peralta. Yo soy del Sevilla del calentamiento rítmico de Jesús Choya. Yo soy del Sevilla del Gervasio que no fue. Del Sevilla del Moi que no sé si quiso. Yo soy de ese Sevilla. Pero, también y, sobre todo, soy del Sevilla que perdió la final de copa de la 61-62. Y del que sacó a hombros, a Biri-Biri. Del de Lora. Soy de todos los sevillas que fueron mi padre y mi abuelo. Porque yo soy del Sevilla porque así honro mi sangre. Porque yo soy del Sevilla porque es otra manera de querer a los míos. Porque yo soy del Sevilla porque mi padre me hizo. Y a mi padre lo hizo mi abuelo.
Yo soy del Sevilla en el que Monchi paró un penalti en el Cerro del Espino. Del Sevilla que perdió en Badajoz con goles de Munitis. Del Sevilla de Espárrago. Del de Miera. Del de Castro Santos. Del Sevilla Juvenil de Marchena, Cantos y Jesuli. Del Sevilla que no jugaba ni los playoffs. Yo soy del Sevilla que presentaba a Juric. Y yo, con mi hermano, iba. Pero, también, y no por ello, soy del Sevilla del gol de Suker en Grecia. De esa Sevilla que no nos dejó comer ni a mi hermano ni a mí hasta que metió el croata e hizo que Rafa Paz corriera poseído. Soy del Sevilla de Francisco y del “to el mundo al suelo”. Del Sevilla de Antoñito. Del del primer Reyes. Del de Caparrós. Y, cómo no, soy del Sevilla de Luis Fabiano y Kanouté. Pero no por ellos. Sino porque ya lo era. Soy del Sevilla del remate de Luis Fabiano en Eindhoven. Soy del Sevilla que ya no iba a ganar a más. Y del de Juande y sus cinco copas. Y del de Jiménez y Antonio Álvarez. Y esa copa que me decía que lo anterior no fue un sueño. Y del de Emery y ese modo de reinar en Europa. Sí, a nuestra altura. Pero a una altura que ya no era la de ganar un trofeo Ciudad de Sevilla. Y ahora, casi sin esperarlo, soy de ese Sevilla que quiere ser aún más grande.

Yo soy el hijo de Antonio Luna. El que vio con él el debú de César. El que vio con él el partido homenaje de Pablo Blanco. Yo soy el hijo de Antonio Luna. El que vio la llegada de Maradona. Y su marcha. Soy el hijo de Antonio Luna. De quien pasea en vez de ver los partidos cruciales de su equipo, porque no sabe si lo aguantará. Soy el hijo de quien me enseñó a amar este club porque así amaba a su memoria. Soy el hijo de la persona con la que me he abrazado cinco veces por ser campeones de la UEFA. Pero no por serlo, sino por serlo juntos. Soy el hijo de quien me enseñó a ser del Sevilla. Cuando gana, cuando pierde. Pese a ambas cosas.

Y este viernes quiero ganar. Claro que quiero ganar. Como quise ganar cuando metimos 71114 espectadores ante el Rayo intentando no ser lo que finalmente seríamos. O como cuando jugábamos un Ciudad de Sevilla. O como cuando nos eliminó de la copa el Isla Cristina. Quiero ganar. Como siempre. Pero, además, hoy quiero ganar porque quiero ser de ese equipo que gana cosas cada poco tiempo. Quiero ser de ese equipo al que ni vislumbraba cuando Antonio Luna, mi padre, me hizo de él. Porque yo no nací del Sevilla. Pero mi padre me hizo. Por eso quiero ganar este viernes. Por ser lo que jamás soñamos ser. Por ser lo que siempre quisimos ser juntos. ¡¡Viva el Sevilla!!