Un sevillista cualquiera

 


Un sevillista cualquiera se levanta cada día para ir a trabajar. No hay tiempo de que se le peguen las sábanas, hay que dar el desayuno a los peques, llevarlos al cole y luego ir a currar. El mayor hace la comunión el año que viene y le hace ilusión ver como su hijo ya se está haciendo mayorcito. Desde que fue a la de su primo que es un año mayor que él, lo ve completamente entusiasmado con la idea de la fiesta y los regalos. Se hará un esfuerzo y se recortará por algún sitio pero ese día no lo olvidará jamás, y por supuesto no le faltará su tarta del Sevilla y su camiseta de su jugador favorito, los abuelos se encargan. Todos al coche rápido que ya van tarde, pone la radio y mientras charla con sus peques, de fondo escucha las noticias en la radio; que si la guerra, que si la crisis, que si el gobierno…Deja a los niños en el cole, beso rápido y ve como se alejan dos mochilas con sendos escudos del Sevilla de diferentes temporadas. Al mayor se la regaló la abuela en su cumple y al pequeño la tita Lola que es verderona pero lo quiere con locura. Se la dio envuelta en papel de RBB para darle el susto, no es cabrona la tita Lola…Detrás de esas mochilas queda la mirada de orgullo de ese sevillista cualquiera que vuelve corriendo al coche porque hay que llegar al trabajo y ya va con retraso. 

Para a repostar porque la aguja del depósito de gasoil ya está machacando la reserva, y ese sevillista cualquiera clava los ojos en los precios del combustible con desolación. Está el diésel a más de dos euros y ahora es una nueva letra para la economía familiar, pero saca la tarjeta de los puntos, el descuento del supermercado y hace malabares para echar algún litro de más.

Llega al trabajo, echa sus horas, discute con los compañeros sobre futbol, que si no hay fichajes, que si hay que vender primero, que si la reforma del estadio, y a medio día vuelta para casa escuchando el programa deportivo local antes de parar en el supermercado. Lleva la lista de la compra meticulosamente elaborada y tiene un presupuesto del que no se puede pasar que el mes es muy largo. Tiene los tickets de descuento, este para seis cajas de leche, aquel para una oferta de papel higiénico. Hay descuento en las bandejas de pollo, bien. Sale de la caja satisfecho, no se ha pasado del presupuesto y ahora a cargar las bolsas en el maletero del Scenic y para casa que ya estarán los peques allí completamente revolucionados.

Cuando llega lo ignoran, están liados con la consola y cantan los goles de un Rafa Mir virtual que no pierde ni un balón y acierta en todos los remates. Entonces recaen en la presencia de su padre, han oído en el colegio que ya salía la campaña de abonados de su Sevilla y se lanzan emocionados a preguntarle a papá si este año ellos van a ir al Ramón Sánchez Pizjuán como les habían prometido, y ese sevillista cualquiera clava ahora los ojos en suelo de gres de su salón, suspira y busca una respuesta porque no va a poder cumplir su promesa...

Nos quedamos sin futuro y a nadie le importa. Y no, los abonos del Sevilla no son baratos, como Sevilla no es una ciudad de rentas altas.

Gracias por leerme.