OPINIÓN | "Quién lo iba decir"

 El Sevilla ha vivido una absoluta metamorfosis desde la entrada del nuevo siglo.






                           Fuente: El Pais

En lo malos momentos tendemos a rememorar el pasado y reflexionar como hemos evolucionado. Maduras desde pequeño hasta adulto. El Sevilla lo ha hecho desde la entrada del siglo nuevo. Todo comenzó aquel jueves de Feria ante el Schalke 04 cuando era un niño y su adolescencia la sabemos todos y su madre Sevilla, aún más.

A partir de ahí, el Sevilla se encomendó como lo hizo Argantonio, cambiando el surco de los Tartessos trayendo plata a la península Ibérica. En cambio, el Sevilla ha conquistado los campos de España y de Europa. Desde Eindhoven hasta Colonia, pasando previamente por el Carlos Tartiere o el Carlos Belmonte. Quién lo iba a decir

Como ha cambiado la cosa

A partir de ahí, muchas cosas han cambiado. Hemos pasado de llenar hasta la bandera la avenida de la Constitución, luchando por no bajar a la casi ya desaparecida Segunda B a llenar la misma con miles y miles de Sevillistas, de una generación y otra, celebrando títulos tanto europeos como nacionales. Quién lo iba decir.

En menos de 30 años hemos pasado de caer en el ostracismo por dos descensos, un séptimo puesto en segunda división o muchas históricas eliminaciones en Copa del Rey, véase la del Isla Cristina y Osasuna a hablar de semifinales de Copa, de octavos de Champions, de Supercopas de Europa, de España. Quién lo iba a decir.

Quien iba a decir que en los meses de febrero y Marzo de 2021 nos íbamos a enfrentar al Dortmund dos veces, pelear por otra final nacional y casi armar la épica en Alemania cuando años atrás, específicamente el 9 de Marzo de 2001, en plena temporada de Segunda, el Sevilla empataría "in extremis" con gol de Olivera en el 89’ a un Sporting de Gijón que acabaría quedándose en la división de plata.

Cada fin de semana que el Sevilla gana y se va afianzando en los puestos altos de La Liga, me doy cuenta y reflexiono sobre las batallitas que leí detenidamente en el libro de José Lobo, Yonkis y Gitanos, donde los palanganas se conformaban y lo tenían más que asimilado que el mero hecho de luchar por los puestos europeos y seguir siendo superior al de la Palmera ya era una temporada exitosa.

Un punto de inflexión

¿Qué hubiera pasado si las generaciones nacidas desde el 2000 hasta tiempos actuales hubiésemos vivido eso? No lo sé ni yo, pero poder ver a sevillistas del siglo pasado emocionándose y recordando todas aquellas caídas y posteriores resurgires me llena de orgullo y en definitiva puedo aclarar que tenga la suerte de poder ver a un club, siempre desde la humildad, ganador.

No obstante esta temporada está siendo un punto de inflexión. Personalmente, a todos los gurús del Sevilla de mi generación, que hemos visto un Sevilla, como he dicho antes, ganador, nos ha enseñado lo difícil y el gran mérito que tiene todo lo que hemos conseguido en los últimos años. Este año nos hemos quedado con la miel en los labios dos veces y acostumbrarse a eso es sinónimo de vivir en la alta aristocracia del fútbol. De ahí la clave del éxito, cambiar lo mero excepcional y convertirse en algo habitual.

Aunque para llegar a eso antes has tenido que caer en semifinales, haber tenido noches muy agridulces y de aprendizaje como la de Barcelona. En definitiva, a grandes logros, grandes decepciones. La única manera de alcanzar los primeros es a través de las segundas. No hay otro camino.

Seguramente sino fuera del Sevilla soñaría con serlo. Esa capacidad de coser y descoserte el corazón en 96 minutos, como en el partido ante el Dortmund, y que al final, pase lo que pase, estés orgulloso de él y siga vive la llama del amor, es algo impagable.

Un futuro en sus manos

“El futuro depende de lo que hacemos en el presente”, decía Gandhi. A eso se encomienda el Sevilla, a seguir creciendo y dar ese pequeño escalón, más económico que deportivo, que le falta para acostumbrase al éxito, caer estrepitosamente como todos los grandes, y seguir paso a paso, sin demasiado azúcar, como ya el maestre Caparrós decía.