OPINIÓN | "Los normales nunca lo llegarán a entender"

 

Ganar o perder, tener un mal día o disfrutarlo pese a estar cabreado, no con los demás, sino contigo mismo. Todo depende de lo que haga el Sevilla en cada partido, en el término de que el trencilla de por finalizado el encuentro. Pase lo que pase me incumbe el resultado. Si gana, afronto el siguiente día con más ímpetu, con más alegría, no me preguntes el porqué, no lo sé ni yo. Pero, si pierde, el mundo se me cae encima, haciéndome cuestionar todo lo de mí alrededor, como ya hacía Descartes en su época.

Con esto quiero llegar a decir que el simple hecho de estar ligado al sentimiento de un equipo, el cual te lo ha inculcado tu padre, a él mi abuelo, que en paz descanse, y posteriores, te hace vivir los partidos ganados y perdidos como si fueras un jugador más, como si de él dependiera las decisiones más importantes que vas a tener que tomar en un par de días.

Sevilla FC y nada más

Los normales, aquellos que se hacen llamar, “sevillistas de corazón”, no lo entienden. Muchos me preguntan por la mañana en clase, a buenas siempre, no digo que no; ¿Oye Alfonso, y el Sevilla qué, de mal en peor? Se me hierve la sangre al preguntármelo después de no haber dormido casi nada por haber estado pensando y replanteándome porque nos han marcado en los minutos finales, cuando más duele. Un sevillista de cuna se queda callado cuando su Sevilla pierde y afronta el día malhumorado sin ganas de hablar, es por eso que, ahí, es cuando se detectas quién eres, como en un sano juicio.

Separarse de la realidad para juntarse en la bombonera de Nervión

Esta espécimen no se va de la casa de sus amigos, rodeado de botellines de Cruzcampo y pipas reyes, perfecta combinación, para recorrerte  toda la infinita e interminable avenida Luis Montoto, girar por Santo Domingo de la Calzada mientras que entonas el réquiem típico antes de los partidos, y sentarte al fin, rodeados de locos por el Sevilla, he aquí una persona más, comentando todo lo que pasa, para que después pierda, pases el día siguiente cabreado, y encima haberte perdido una tarde perfecta con sus amigos. Eso, es la diferencia.

O incluso cuando tus amigos no quieran poner el fútbol en la televisión, harto cubatas y con el mamoneo y en medio de la multitud te vayas a tu casa con tu padre, otro loco por el Sevilla, para verlo tranquilamente mientras que intentas disimular el vacilón que llevas encima. Con esto yo me siento distinto al resto y feliz, porque me doy cuenta de la cantidad de gente que aparenta ser lo que yo soy y que después cuando le pillas de imprevisto son de esta especie, que por cierto, cada vez más abundante y que se suman por lo bueno, y no lo malo, repito, de lo que haga el Sevilla.

La camiseta no enseña tu nivel de sevillismo

Por otra parte los normales también se creen más palanganas por el simple hecho de vestir todos los años la nueva elástica sevillista, y se equivocan completamente. Aquel Sevillista de cuna no le importar vestir o no vestir sus colores por fuera porque ya dentro del corazón lo tiene intacto, vestido desde que nació, desde que su padre le entonó el himno del centenarios todas las noches para que pudiese dormir, como mi padre, y mi madre hacían.

Albert Camus, el filósofo futbolero

Con esto no quiero despreciar a los normales, con esta reflexión quiero hacer ver que el verdadero hincha de un equipo de fútbol es aquel que compara Albert Camus en su obra El extranjero, donde habla de un dueño, llamado Salamano con su perro, al que saca a pasear a la misma hora y dos dias a la semana, y que además se odian mutuamente. Pero, cuando el perro desaparece, Salamano lo echa muchísimo de menos, buscándolo por todas partes. A eso me refiero con ser de un equipo. Al Sevilla lo insultarás si juega mal, a sus jugadores durante los 90 minutos de partido, pero, si una semana se suspende algún partido, como el perro desapareció, lo echarás de menos y recordarás hasta los últimos minutos del último partido, aunque lo hubiera perdido.

Del gol de Podestá a levantar la sexta Europa League

Por último quiero agradecer el gol de Podestá en el ascenso a primera en el 2001 y el gol del mítico Antonio Puertas aquel Jueves de Feria para enlazar lo que a día de hoy es el Sevilla FC, un equipo que en situaciones difíciles y adversas, aunque falle, nunca se rinde, hasta tocar la gloria con los dedos. Nuestra generación, la del 2000 hasta 2005 debemos estar agradecidos por estar viendo un equipo ganador y tocando plata a diferencia de un Sevilla del siglo XX que vivió épocas muy oscuras y que ganar los dos derbis de la temporada y estar luchando por los puestos de la UEFA tenía más que de sobra.