Turín: El inicio de un legado único
El Sevilla Fútbol Club se enfrentaría el miércoles 14 de mayo de 2014 en el Juventus Stadium ante el Benfica en busca de la que sería por entonces su tercera UEFA Europa League. Después de un partido de alta exigencia física y donde los hispalenses fueron ligeramente inferiores durante los 120 minutos que duró el encuentro, el Sevilla Fútbol Club vencería al conjunto luso y se proclamaría por tercera vez campeón de la anterior Copa de la UEFA.
Antes de centrarnos en el partido cabe destacar el camino de los de Emery a través de esta Europa League. Tras avanzar la fase de grupos como lideres invictos y eliminar al Maribor, el destino tenía preparado el primer Euroderbi, con ida en el Sánchez-Pizjuán y vuelta en el Benito Villamarín, los nervionenses pasaban en una agónica tanda de penaltis. En cuartos eliminó al Porto FC con una vuelta donde Nervión se vistió de gala para remontar y, en semifinales, el Sevilla eliminó al Valencia CF tras un épico cabezazo de Stephane Mbia en el último minuto de partido. Tal fue la heroicidad de aquel gol que la afición se desplazó a Puerta Jerez y, posteriormente, al Ramón Sánchez-Pizjuán a celebrar aquel histórico pase a la final.
Estaba claro que el camino del Sevilla hacia la final era de película, pero enfrente tenía al Benfica, un equipo que buscaba venganza tras caer en la final de la misma competición frente al Chelsea en el tiempo de descuento. Tras dejar por el camino a rivales como Tottenham, AZ o Juventus, el Benfica llegaba a Turín con la intención de romper la famosa maldición de Bela Guttmann.
Los lusos parecieron salir con más decisión a por el primer gol, quizás por esa experiencia de la temporada pasada, y trataron de ganar metros con constantes internadas de los laterales. El lateral izquierdo, Guilherme Siqueira actuaba prácticamente de extremo y sus centros desde la banda provocaban los primeros nervios a la zaga sevillana.
Aunque nueve minutos necesitó el Sevilla para equilibrar esa balanza ofensiva, con un disparo de Ivan Rakitic que se iba cerca del larguero.
Se tornaba peligroso el encuentro cuando en dos acciones de Miralem Sujlemani veían las primeras amarillas Federico Fazio y Alberto Moreno antes del primer cuarto de hora del partido, aunque el mismo Sujlemani se retiraría lesionado pocos minutos después, entrando André Almeida en su lugar.
Tuvo la primera gran ocasión el Benfica. Tras una falta bien botada por Lima, el balón fue cogiendo peligro y apunto estuvo de convertir el primero sino llega a ser por la excelente intervención de Nico Pareja.
Con el pasó de los minutos los hispalenses fueron cogiendo aire y ganando metros, parecía que habían sobrevivido al primer envite de los lisboetas.
Llegando al descuento del primer acto, Maxi Pereira hizo a Beto emplearse a fondo con un disparo a pocos metros del guardameta luso, donde puso a relucir sus excelentes reflejos. Rodrigo tuvo una segunda oportunidad, pero el portero luso no pretendía ceder tan fácilmente.
Así se cerró el telón de la primera mitad, con los de Jorge Jesús siendo superiores a los de Emery, pero con el empate a cero en el electrónico y haciendo ver que los lusos no podían estar tranquilos porque, a la que se despistaran, los de Emery golpearían con fuerza.
La segunda parte inició como concluyó la primera, con el Benfica rozando el gol con la yema de los dedos. Tras una perdida del canterano Alberto Moreno, Lima batió a Beto, pero Nico Pareja volvió a aparecer como el salvador del Sevilla.
El partido se fue abriendo y volviendo cada vez más loco con ataques alternos y con cada vez menos centro del campo.
En el minuto 78, Unai Emery movía ficha por primera vez, sustituyendo a José Antonio Reyes por Marko Marin. Buscaba dar oxigeno y calidad en tres cuartos de campo para encontrar a Vitolo y a Bacca.
Tuvo que volver a aparecer Beto en la recta final. Golpeó Lima y el luso tuvo que volver a emplearse a fondo y, acto seguido, Garay remataba por encima del larguero.
En el tiempo de descuento, Carlos Bacca tenía el gol sevillista en sus botas, pero cruzó demasiado el disparo cuando prácticamente se cantaba el gol. La prórroga era inevitable.
La prórroga fue otra historia, y fue el Sevilla quien parecía tener más piernas y fue superior durante los 30 minutos extras. En el 105 de partido, un Kevin Gameiro lesionado de la rodilla, daba entrada al verde sustituyendo a Marko Marin.
El galo no tardó en hacerse notar y mandaba al lateral de la red, pero eso no evitó lo que parecía escrito por el destino: La tanda de penaltis.
Esta película no podía tener un final más dramático. La tanda se iba a dar lugar en la portería custodiada por la afición sevillista, parecía que nada podía salir mal.
Empezaba anotando Lima, quien vencía a Beto con un fuerte derechazo que engañaba al luso.
El primer lanzador del Sevilla sería Carlos Bacca. El cafetero tampoco perdonaba y ponía el balón en la mismísima escuadra, imparable para Oblak.
Era turno de Cardozo, quien admitía Beto que conocía bastante bien de su etapa en Portugal y que solía tirar a la izquierda del portero o fuerte al medio. Pero en una corazonada total del luso, se lanzaba a su derecha, adivinando el lanzamiento del paraguayo y desviándolo. Si marcaba Mbia el Sevilla tomaría ventaja.
Y no fallaba el camerunés, quien engañaba al portero esloveno y adelantaba al Sevilla. Pedía aun más aliento de la afición el centrocampista africano tras el gol.
El siguiente lanzador del conjunto de las águilas era Rodrigo, el hispano-brasileño tenía la presión de que si fallaba podía suponer un jaque casi definitivo. Y no falló, sino que fue Beto quien se vestía de héroe para volver a parar, esta vez decantándose por su lado izquierdo.
No podía y no falló Coke, quien ya puso dos goles de por medio, dejando el penalti decisivo a un Kevin Gameiro que, si anotaba, tras el gol de Luisao, convertiría al Sevilla por tercera vez en campeón de Europa.
Y dicho y hecho el galo no fallaba y ponía el balón en el fondo de las mallas, provocando el éxtasis de toda una ciudad que, siete años después, volvía a levantar un trofeo europeo, su trofeo europeo. Conseguía la entidad hispalense llegar al selecto club de las tres UEFA Europa League, junto a Juventus y a Liverpool.
En Sevilla, Puerta Jerez se tiñó de rojo y blanco a altas horas de la noche. Mientras los jugadores volvían victoriosos a casa, la afición celebraba eufórica la conquista de un nuevo título, en una temporada que, en el mejor de los escenarios, podía parecer de reconstrucción.
Ya al día siguiente, el Sevilla FC recorrió las calles de una roja y blanca Sevilla, haciendo gala de la heroica gesta que habían llevado a cabo Emery y los suyos.
La fiesta concluyó en el feudo sevillista, en el Estadio Ramón Sánchez-Pizjuán, donde los aficionados se dieron cita para dar las gracias a todo el equipo por esta gesta que será difícil de olvidar para nadie.
Y así, fue como el Sevilla venció al Benfica, manteniendo hasta día de hoy la maldición de Bela Buttmann, y se proclamó campeón más de un lustro después. Puede que al iniciar aquella temporada nadie se esperara salir campeón, pero es que aquello solo fue el comienzo de una de las mayores dinastías del fútbol europeo, consiguiendo la primera de tres seguidas y, también la primera, de 5 en los próximos 9 años. Sin duda, el comienzo de un legado que enorgullece a todos los sevillistas.