Si hace unos meses, con las dos temporadas que llevamos en liga, nos hubiesen dicho que en septiembre íbamos a presenciar otra final hubiésemos tildado de loco a quien fuese.
Lamentablemente es así, porque la final de la que hablamos no es de las que terminas levantando plata y elevando nuestra alma al cielo, la final que estamos viviendo es la de una época, la época más dorada que pudimos soñar.
Y lo peor de todo es que no termina porque se ha acabado un ciclo y toca dar al botón de reiniciar y volver a empezar, a lo que estamos asistiendo es a la desmantelación total de lo que hace nada era un club que su modelo se estudiaba en las universidades. Esto es futbol y sabemos que las crisis se acaban cuando la pelotita empieza a entrar una vez y otra en la portería contraria, pero para que eso pase la plantilla debe reunir unos requisitos mínimos, que esté compensada y que rebose alma y corazón por los cuatro costados. Eso mismo que el club se ha dedicado a regalar o vender en estos últimos años, con el agravante que en este último mercado a dejado ir lo poco que quedaba con peso dentro del vestuario.
De la lista de los pilares sobre los que se debía asentar el proyecto de Del Nido Carrasco sólo queda Navas que se marcha en diciembre tras otra bochornosa gestión del consejo. Da la sensación que, como pasa en las películas de Alcapone, como el presidente te bendiga tienes los días contados en el club. Pasó con los empleados, a los que mandó un mensaje de tranquilidad y luego despidió, o con los capitanes. Miedo me da que haya hablado de construir un nuevo estadio, si no terminamos en el estadio olímpico será porque alguien ha puesto cordura y ha impedido que esta sinrazón continúe.
Me hubiese gustado aprovechar este espacio para hablar de la importante victoria de la última jornada, para debatir sobre sistemas, alineaciones o si en la segunda equipación pegan más las medias negras o las rojas, pero lamentablemente el futuro de todo eso está en el aire y parece que en liquidación por cierre.
Yo, que vivi en un blog la época de Manolo Jiménez, al que defendí con uñas y dientes, que defendía hasta a Aquívaldo Mosquera, ahora no me sale, porque no veo ni ese pequeño brillo que me haga imaginar que tras esto hay algo de luz. Sólo veo oscuridad y dejadez en los que deberían poner remedio a lo que parece irremediable.
Esperemos que la etapa que vivimos actualmente de "liquidación por cierre" no termine en un "cerrado por defunción". En sus manos está lo primero. En las nuestras, la de la afición, lo segundo.
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