OPINIÓN | Volver sin volver, por Martín Lucía



Hoy reabre sus puertas nuestro Ramón Sánchez-Pizjuán. Año y medio después. ¿Quién no quiere volver año y medio después al sitio donde han tenido lugar la mayoría de sus sueños? Cualquier sevillista recuerda la primera vez que asistió a mi/nuestro estadio. Cualquier sevillista tiene anécdotas que sólo se entienden porque se han vivido entre los muros de mi/nuestro estadio. Cualquier sevillista cambia su itinerario para aparecer por delante de mi/nuestro estadio si se encuentra por la zona y va de paso. Bien. Eso es luz y eso a todos no alumbra. Bien. Decía que hoy reabre sus puertas nuestro Ramón Sánchez-Pizjuán. Año y medio después. Y añado que unos quince mil sevillistas volverán. Volverán a la que todos consideramos nuestra segunda casa. Sin embargo, permítanme la licencia, para mí, no vuelve la afición. Ojo, la afición entendida como un ser organicista, como un todo. Entiéndanme: la afición del Sevilla Fútbol Club, genéricamente, somos todos y cada uno de los sevillistas. Más particularmente, pues todos los que acudimos o podemos acudir al estadio en circunstancias normales. Circunstancias normales: pudiendo cantar, pudiendo gritar, pudiendo abrazarse. No concibo celebrar un gol de mi Sevilla si no le sucede un abrazo. El fútbol no es burocracia. El fútbol es víscera. Es sangre. Es naturalidad. Autenticidad. No concibo ver un partido de mi Sevilla si no puedo animarlo. Eso no es fútbol. Eso es un producto televisivo. Porque así es como lo veo en el salón de mi casa: sin abrazar a nadie tras un gol, sin animar… Pero el Ramón Sánchez-Pizjuán no es el salón de mi casa, sino que es mi/nuestra segunda casa. Y uno no va a su segunda casa a dar fe de lo que ha acontecido. Uno va a su segunda casa (a su segunda piel) a vivir: gritar, cantar, abrazar, celebrar, revivir. Permítanme, insisto, en que lo que ocurrirá hoy no es el fútbol que yo concibo (por eso no voy, y con esto no quiero indicar que soy ni mejor ni peor sevillista, ni considero a nadie como nada: me alegro de que haya gente que hoy vuelva a su/nuestra segunda casa, deseo que vivan un día inolvidable y vean seis goles de mi/nuestro Sevilla, aunque no puedan/deban celebrarlo, aunque no puedan/deban abrazar a nadie, aunque no puedan ser luz). La afición, como ser organicista, como ente, como uno, regresará cuando todos los que queramos ir, vayamos y podamos vivir el fútbol como lo que es: una prolongación de la vida, no un ejercicio burocrático. Una eclosión. Una hipérbole. Un frenesí. No somos el informador de la LFP (ese ser de oído finísimo) que constatará que el partido se ha celebrado: con nuestra mascarilla, nuestra botella de agua caliente y sin poder cenar nada. Para eso ya está el acta arbitral. Porque el fútbol es algarabía, es un oasis en estos días de pérdidas y tristezas que nos ha tocado vivir. El fútbol es abrazar a alguien que no conoces de nada. Y abrazarlo tantas veces como sea necesario. Y no tener que disculparte (porque nadie se disculpa por ser feliz). El fútbol es volver ronco a casa.  El fútbol es aplaudir al que has pitado segundos antes. El fútbol es soñar despierto. El fútbol es no dar explicaciones. Porque el fútbol no es abrazar a la televisión en tu salón. Para eso te abonas a Netflix. Porque el fútbol no es ver lo que ocurre desde la mesura de quien no sabe lo que es ver que tu vida acontezca justo a unos metros delante de ti (aunque la estén viviendo otros). Para eso te abonas a la temporada de ópera de la Maestranza. El fútbol es vivir muriendo para no morir en vida. El fútbol es vaciarte de sangre para llenarte de sueños. Por favor, entiéndanme: el fútbol volverá a nuestro Ramón Sánchez-Pizjuán cuando volvamos todos. Pero no porque unos seamos más que otros, sino porque todos juntos somos más. Disfrutad los que vayáis y volved con una victoria. Que, al final, es lo que a todos nos hace uno.



Martín Lucía
@_MARTINLUCIA