No recuerdo la primera vez que dije «¿yo?, del Sevilla». No tengo conciencia. No lo sé, sinceramente. Sólo sé que yo no nací sevillista. Yo nací sevillano, varón, moreno… Pero, no, sevillista no. Ni tú tampoco, no te engañes. Eso no va en el adn.
Mi primer recuerdo nítido en el Ramón Sánchez-Pizjuán es del 19 de diciembre de 1982, de un partido contra el Salamanca. Mi padre nos llevó, a un amigo y a mí, a ver al Sevilla, con un gorro de lana con borlón y mantecados de San Enrique para el descanso. Así que os puedo decir que con seis años era sevillista. Y que lo soy porque mi padre lo era. Y me hablaba del Sevilla. De contra quien jugaba. Del dinero que dio para el fichaje de Bertoni. De lo bien que metía la punterita Antonio Álvarez cuando lo intentaba desbordar un delantero y no lo lograba. De la magia de Montero y de la guasa de los brasileños en los carranza. De la elegancia de Francisco. De las filigranas del Moi. Porque yo soy sevillista porque mi padre me hizo sevillista. Con su sevillismo. Con su manera de vivirlo. Con su manera de narrármelo. Porque no, no nací sevillista. Ni tú tampoco, no te engañes.
Ahora soy yo quien vive ese sevillismo. Quien lo narra. Y son mis hijas las que me van viendo, las que me van oyendo. Porque no, ellas no nacieron sevillistas. Ni las tuyas, no te engañes.
Y claro, le cuento mi sevillismo pretérito (los partidos con mi padre, con mi hermano, la victoria en el Nou Camp…). Y, también, como evitarlo, el presente: las victorias. La plata. El autobús por la Constitución (eso no se lo cuento, eso lo han vivido). Y, claro, evidentemente, esto quedará en su sevillismo. Pero, el día de una derrota, también serán sevillista, porque, en cierto modo, ser del Sevilla, para mí, para ellas, será estar con su padre y, llegado el momento, un modo de homenajearlo y recordarlo.
Que no, que no te engañen. Que no naciste sevillista (ni cofrade, ni feriante). Que lo eres porque así te hizo tu padre. Tu tía. Tu abuelo. Que el sevillismo (la Semana Santa, la Feria) no corre por la sangre, pero se debe a ella. Que no, que yo no nací sevillista. Que a mí, a mucha honra y orgullo, a mí me hicieron.