El 23 de noviembre del año 2003, en el estadio de Montjuic, hacia su aparición un chavalillo de 18 años recién cumplidos llamado Jesús. Ese día nació una leyenda del Sevillismo y quizás se eclipsaba para siempre la trayectoria de su hermano, porque como todo sabe el bueno era Marco.
Cuando este sábado, a eso de las 20:30, el árbitro de turno señale el final alguna lágrima seguro que asoma en el rostro de más de uno y una sevillista. Atrás quedará una trayectoria inmaculada de puro sevillismo, de entrega, de corazón, de elegancia y de saber representar como nadie lo que significa llevar ese escudo en el pecho. Aunque todo el mundo sabe que el bueno era Marco.
Se marcha el jugador que ha levantado más plata con nuestra camiseta, el último superviviente de aquel Sevilla que nos cambió la vida, el que nos hizo ver que los sueños se cumplen, y lo hace como lo que es, un grande que ha dejado hasta la última gota de sudor, hasta el último aliento defendiendo el escudo que lleva grabado en su corazón. Pasarán muchos años para que volvamos a disfrutar de un canterano de la talla de Jesús, nuestro niño Jesús, y en lugar de estar tristes por su marcha deberíamos estar contentos porque pudimos disfrutarlo durante muchas temporadas.
Es curioso, pero he oído a mucha gente comentar, cada vez que se hablaba de los hermanos Navas, que el bueno era Marco. Si Marcos era el bueno, y Jesús el peor de los dos, creo que nos hemos perdido un futbolista de una talla mundial de dimensiones incalculables.
Se nos marcha el espejo en el que debe mirarse cualquier canterano, sea sevillista o no, que sienta los colores de su equipo y que quiera dar la vida por ello. Lo hará ante su gente, con el recuerdo en sus botas de otros dos canteranos de oro como son Reyes y Puerta, con 700 partidos a sus espaldas con nuestra camiseta y las arcas llenas de plata, conquistada tanto con nosotros, la selección y su aventura inglesa, que también tienen derecho los ingleses a disfrutar de algo tan puro como nuestro duende. Desde estas líneas mi humilde homenaje no solo a él, a su hermano Marco (dicen que él era el bueno), a su hermano José Mari, a sus padres, a su mujer, a sus hijos, sus amigos y sus compañeros durante estos años, porque seguramente todos influyeron de manera positiva en convertir a ese chaval de Los Palacios en una leyenda del fútbol mundial.
Te marchas del césped pero espero que sigas ligado por siempre a tu club de alguna u otra manera. Gente como tú es muy necesaria en estos tiempos convulsos que nos ha tocado vivir.
Por siempre serás Sevilla FC, por siempre serás nuestro niño Jesús, aunque como todo el mundo sabe...el bueno era Marco.